Vivimos en una era digital, en la que debemos educar para aceptar el cambio y la formación constante. En estas últimas décadas se ha investigado mucho sobre aprendizaje autodirigido para conseguir esa continuidad, lifelong learning (Candy, 1991). El término lifelong learning o aprendizaje a lo largo de la vida, comprende todas las actividades de aprendizaje en la trayectoria educativa de una persona con el objetivo de aumentar el conocimiento y mejorar sus competencias personales, lejos ha quedado el concepto ilustrado que entendía que en la vida del ser humano hay una edad destinada a la instrucción y otra a desempeñar una tarea en función de lo aprendido (Jovellanos, 2012). La realidad actual, para funcionar en el mundo del siglo XXI, nos empuja a una mejora personal continuada, a un aprendizaje constante, así que aprender a aprender nos resulta más interesante que qué aprendemos, porque entendemos que el estudiante del presente lo necesitará para su futuro personal y laboral. La publicación de un tratado teórico-práctico de enseñanza, con aplicación en escuelas y colegios por Gaspar Melchor de Jovellanos, en 1801, supuso un punto de inflexión educativa para lograr una renovación pedagógica abierta, libre y adecuada a las clases sociales. Hoy en día, el reto educativo pasa por replantearnos cómo aprendemos y en darle protagonismo al estudiante, de forma que el profesor se convierta en un mediador metodológico y no en un suministrador de contenidos (Osses y Jaramillo, 2008). Así, un punto esencial recogido en el estudio de Philip Candy (1991) se basa en un concepto constructivista, puesto que el estudiante construye estructuras cognitivas idiosincrásicas relacionadas con su experiencia previa (Candy: 270) que enfatizan y consolidan el aprendizaje. Estas estrategias aparecen recogidas en las Reformas Educativas de Europa y más concretamente en España, que en su última actualización del sistema educativo (LOMLOE del 13 de marzo de 2020), considera uno de sus objetivos principales modernizar el sistema educativo, centrándose en el alumnado y su potencial a desarrollar1. En esta línea, el Real Decreto sobre el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato (1105/2014, de 26 de diciembre), establece en el artículo 29 que “las actividades educativas en el Bachillerato favorecerán la capacidad del alumnado para aprender por sí mismo, para trabajar en equipo y para aplicar los métodos de investigación apropiados” y que “las Administraciones educativas promoverán las medidas necesarias para que […] se desarrollen actividades que estimulen el interés y el hábito de la lectura y la capacidad de expresarse correctamente en público”.
Una de las nuevas prioridades
de la organización del currículo de Lengua Castellana y Literatura
atiende a la formación en el dominio de todos los procesos y
habilidades lingüístico-comunicativas. El objetivo que se persigue
en la LOE es el desarrollo de la competencia comunicativa del
alumnado, lo que implica conocer el código, pero también saber qué
y cómo decirlo según la situación comunicativa. Y para ello se
aplicarán los recursos y las metodologías necesarias para
desarrollar la competencia comunicativa y literaria, de forma que el
estudiante avance en el proceso de integración social y supere los
retos laborales del siglo XXI.
En el marco europeo hay un
interés por abordar el aspecto educativo, considerando el papel
fundamental que desempeñan la educación, la juventud y la cultura
en la construcción del futuro de Europa. En este sentido, el 30 de
septiembre de 2020 se publicó una Comunicación sobre el Espacio
Europeo de Educación, en la que se define el recorrido que deben
seguir los países miembros para lograr avances educativos en 2025
(European Commission, 2020). El paquete de medidas políticas en el
se se está trabajando desde Europa busca aprovechar al máximo el
potencial de la educación y la cultura como motores de creación de
empleo, crecimiento económico y mejora de la cohesión social, y
como medio para experimentar la identidad europea en toda su
diversidad.
En vista de
las demandas sociales, nuestro objetivo como profesores es enseñar a
los estudiantes la mejor forma de aprender para que puedan aumentar
su autonomía y aplicar esta técnica a lo largo de su vida. En este
sentido, las exposiciones orales se han convertido en una herramienta
esencial para integrar el contenido académico en el área de Lengua
y Literatura Española (Gràcia et al., 2017). En el aula, hemos
visto una diferencia sustancial entre realizar exámenes de contenido
memorístico, que el alumno olvida una vez ha finalizado la prueba, y
darle la posibilidad de convertirse en docente (McGuire,
2020).
En este último caso, el estudiante investiga, lee, se prepara
oralmente, reflexiona sobre la mejor manera de explicar a sus
compañeros el contenido y realiza su presentación oral. Finalmente,
resuelve las dudas que hayan podido surgir de esta, por eso es
importante que domine el contenido que prepara.
El artículo íntegro lo puedes descargar de forma gratuita aquí: Pareja-Olcina, María. (2021). «Profesores adolescentes: herramienta didáctica para Lengua y Literatura Española». Revista Internacional de Humanidades. 8 (2): 19-36. DOI: https://doi.org/10.18848/2474-5022/CGP/v08i02/19-36