La lectura es y ha sido una herramienta fundamental para conseguir conocimientos y construir individuos más reflexivos y críticos con su entorno. Por esta razón la comprensión lectora y la decodificación de mensajes es un objetivo básico de la asignatura Lengua y Literatura Española y, especialmente, en un contexto académico de obligatoriedad, tal y como ocurre en 4º curso de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Pese a todos los beneficios de la lectura, los estudiantes la perciben como una actividad repetitiva, evaluativa, obligatoria y desmotivadora que les resta tiempo de otras actividades con las que se sienten más identificados (redes sociales, videojuegos, series…). Por esta razón, en el proceso lector se preparan para resolver una prueba escrita y su objetivo principal es aprobar ese examen. Al no centrarse en el valor mismo de la lectura no desarrollan sus habilidades en competencias lectoras, que les permitirían sustituir su estado de receptividad por la interpretación de símbolos y textos.
Esta actitud es clave para resolver de forma creativa los problemas que encuentren en la sociedad del siglo XXI, puesto que los retos comunicativos a los que se enfrentan les obligan a comprender el mundo en el que viven desde diferentes ángulos y les ayudan a proponer ideas y proyectos en un entorno en constate evolución y cambio. La lectura, por tanto, favorece la reflexión, la autonomía y la creatividad de nuestro alumnado. Pero debemos ofrecerles nuevas fórmulas para transformar nuestra estrategia didáctica de forma que el adolescente deje de percibir la lectura como algo obligatorio y exento de disfrute.
Es por esta razón que se ha querido explorar la creatividad a través de los exámenes de lectura; dos actividades que, en un primer momento, parece que no pueden ir unidas y, sin embargo, una oportunidad para cambiar el modelo de evaluación. Para María Luisa Sanz de Acedo, el pensamiento creativo es “la capacidad para generar ideas originales e ingeniosas, combinarlas de una manera nueva y productiva y descubrir asociaciones poco comunes entre ellas” (Sanz de Acedo 2010, 69).
La intención que se persigue es la de darle al alumnado la oportunidad de escoger sus propios exámenes de lectura, ya que esta actividad le ayudará a reflexionar sobre sus habilidades y aficiones que lo hacen diferente al resto (música, baile, videojuegos, dramatización, parodias, dibujo, juegos…). Una vez el estudiante haya descubierto su singularidad, deberá combinar su exposición con un pensamiento comprensivo y crítico de la obra literaria escogida para este nivel. Finalmente, con el objetivo de mejorar su actitud evaluativa, el discente deberá hacer una presentación oral en la que explique las razones de su elección y sus reflexiones sobre la obra. Por su parte, el docente seleccionará una obra juvenil con la que el adolescente pueda sentirse identificado y le resulte más fácil crear asociaciones entre la lectura y sus aficiones. Desarrollar esta práctica, dentro del aula, es esencial para fomentar cualidades como la originalidad, flexibilidad, improvisación, iniciativa, confianza, persistencia, el dominio de la comunicación…
Ha llegado la hora de adaptarnos a la diversidad que le es propia al ser humano y buscar nuevas fórmulas que fomenten esa pluralidad en el aula. Durante siglos, los exámenes de lectura que se realizan en los centros académicos han buscado la homogeneidad de respuestas, pero el creciente desarrollo de la ciencia y la tecnología demanda individuos creativos y diversos para los futuros puestos laborales (Míguez 2008). Es innegable el crecimiento exponencial que ha tenido en nuestra sociedad el trabajo automatizado, a través de máquinas o de inteligencia artificial, la cual está modificando de forma sustancial el entramado profesional. Las máquinas no encuentran competencia humana en cuanto a hacer el trabajo de forma más eficaz, fácil, rápida y a menor coste.
Estos hechos muestran el camino a seguir en el aula, ya que se trata de fomentar lo heterogéneo, lo diverso, lo que nos hace únicos; si nos centramos en lo homogéneo, los estaremos preparando para el fracaso. Y este cambio traerá consigo nuevos beneficios: la competencia no tiene cabida en un mundo en el que cada individuo tiene un valor diferente, único y personal para aportar a la sociedad. En definitiva, el estudiante que pueda desarrollar su creatividad será capaz de adaptarse, improvisar, aconsejar, planificar, diseñar, emprender, innovar y proponer ideas, para contribuir, de forma cooperativa, al bienestar social y a los nuevos desafíos personales y laborales que la sociedad demanda (Sanz de Acedo 2010, 69).
Sigue leyendo el artículo de forma gratuita en: Pareja-Olcina, María. (2021). «Exámenes del siglo XXI: herramienta didáctica para Lengua y Literatura Española«. Revista Internacional de Diversidad en Organizaciones, Comunidades y Naciones, 1 (1): 21-39. DOI: https://doi.org/10.18848/2770-5439/CGP/v01i01/21-39